Ahorrar para desarrollarse : cómo América Latina y el Caribe puede ahorrar más y mejor |
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Saturday, 10 September 2016 14:48 |
En las
discusiones sobre desarrollo se suele escuchar que América Latina y el Caribe
ahorra poco. Y los datos están ahí para demostrarlo: la región ahorra entre 10
y 15 puntos porcentuales del producto interno bruto (PIB) menos que los países
más dinámicos de Asia emergente. En el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
sabemos que entender por qué ocurre esto, y —sobre todo— cómo y en qué ahorra
América Latina es crucial para su crecimiento económico y el bienestar de su
población. Por eso hemos decidido dedicar la edición 2016 de nuestra
publicación institucional Desarrollo en las Américas (DIA) a estudiar el tema y
a proponer soluciones para este problema crucial. Creemos que el libro llega en
un momento muy adecuado. Los motores que han venido empujando el crecimiento
económico de América Latina y el Caribe en el período posterior a la crisis
financiera internacional se han ido debilitando gradualmente. La región ya no
cuenta con la ayuda de una coyuntura externa favorable, y por ende es tiempo de
buscar nuevas fuentes domésticas que den impuso a nuestras economías. La
respuesta habitual a la insuficiencia relativa de ahorro en la región es que su
impacto sobre el crecimiento también es bajo, ya que, a la postre, los países
siempre pueden recurrir al ahorro externo como fuente de financiamiento de sus
necesidades de inversión. Creemos que esta visión ignora algo fundamental: que
es muy difícil atraer capitales en condiciones favorables del exterior si los
propios latinoamericanos no ahorramos e invertimos en nuestros países. Y, en la
actual coyuntura, cuando los tipos de interés en el mundo avanzado están al
alza y los capitales ya no abundan, la prescripción de recurrir al ahorro
externo como paliativo de nuestro bajo ahorro probablemente sea más incierta y
arriesgada que en el pasado inmediato. El ahorro en América Latina y el Caribe
es bajo no solamente en comparación con otras regiones, sino sobre todo en
relación con sus propias necesidades de desarrollo y mejora de la equidad. El
bajo nivel xviii AHORRAR PARA DESARROLLARSE de ahorro además refuerza el muy
bajo nivel de crecimiento de su productividad, ya que los escasos recursos que
se generan a través del ahorro en su mayoría no se invierten en los proyectos
que permitirían elevar las tasas de crecimiento de largo plazo. La consecuencia
es que esta asignación improductiva del ahorro dificulta la convergencia de la
región a los niveles de renta y bienestar de los países más prósperos. Por
todo ello, en el BID tenemos muy presente que uno de los grandes desafíos de
América Latina y el Caribe es aumentar las tasas de ahorro de manera sostenible
y mejorar la forma en que ese ahorro se asigna a las actividades más
productivas, contribuyendo así a elevar nuestro nivel agregado de
productividad. Todos estos desafíos están íntimamente ligados. No será posible
invertir más si no generamos los recursos para financiar dicha inversión, pero
tampoco se podrán sostener tasas de ahorro más elevadas si no generamos las
oportunidades productivas para invertir. Uno de los principales aportes de este
libro es el de enfocar la discusión en un marco que permite identificar la
fuente de los problemas en distintos sectores: hogares, firmas y gobiernos, y
proponer soluciones concretas para cada uno de ellos. Ahorrar más y mejor no
debe estar necesariamente asociado a la recomendación tradicional de realizar
un ajuste fiscal, o al también tradicional recurso de conceder incentivos
tributarios para el fomento de cierto tipo de ahorros. Tampoco a políticas
públicas paternalistas. Lo que realmente significa ahorrar más y mejor es
repensar algunas políticas públicas, para mejorar la sostenibilidad y equidad
en el área de la seguridad social, aumentar la eficiencia del gasto público, y
darle más protagonismo relativo a la inversión que al gasto corriente en la
estructura del gasto público. También significa eliminar distorsiones que
afectan el buen funcionamiento del sistema financiero, del mercado laboral,
fiscal o regulatorio. No se puede hablar de ahorro en América Latina y el
Caribe sin referirse a las jubilaciones. Las contribuciones previsionales
constituyen el principal mecanismo de ahorro de las personas para su retiro.
Mucho ha debatido la región sobre si los sistemas jubilatorios deben ser de
capitalización o de reparto. Sin embargo, ese no es necesariamente el debate
más relevante. Numerosos sistemas previsionales de la región, basados tanto en
la capitalización como en el reparto, se enfrentan a desafíos estructurales que
requieren corrección inmediata. Es un espejismo confiar en que el ahorro se
puede generar solamente a través de los sistemas de
capitalización. Por otro lado, las transiciones hacia los sistemas de capitalización
pueden acarrear grandes costos fiscales que reducen el ahorro nacional, por lo
que deben ser diseñadas con sumo cuidado. En el otro extremo, los sistemas de
reparto pueden y deben aumentar su ahorro mientras son superavitarios, para
asegurar su sostenibilidad de largo plazo y garantizar que esos ahorros
obtengan rentabilidades adecuadas, lo que a su vez exige que su gestión sea
estrictamente profesional y sin interferencias políticas. El debate que
necesitamos enfrentar no es sobre si los sistemas de pensiones deben ser de
capitalización o de reparto, sino sobre el hecho de que en la actualidad menos
de la mitad de la población de América Latina aporta a algún sistema
previsional. Esto revela los serios problemas que aquejan al funcionamiento de
los mercados laborales de la región, como la muy elevada informalidad. Resulta
urgente re-enfocar el debate hacia las reformas que pueden ayudar a todos los
sistemas previsionales a mejorar la cobertura, y a aumentar el ahorro, porque
la población está envejeciendo rápidamente, y si no se actúa ahora, no se
dispondrá de los recursos para atender las necesidades crecientes. Otro gran
tema que tratamos en el libro es que en América Latina y el Caribe no solo se
ahorra poco, sino que además ese bajo ahorro no se canaliza eficazmente hacia
la economía. En parte, porque no existen instrumentos adecuados para el ahorro
a largo plazo, dada la falta de desarrollo de nuestros mercados financieros. Un
ejemplo que ilustra este problema es la carencia de instrumentos de inversión
que permitan canalizar el ahorro público y privado hacia la infraestructura. En
América Latina y el Caribe hay una brecha significativa de inversión en
infraestructura: transporte, redes de telecomunicaciones, generación y
distribución de energía, agua potable, etc. Esta brecha resulta un impedimento
significativo para el crecimiento de largo plazo, porque si la inversión está
bien planificada y ejecutada, los retornos a la inversión en infraestructura
son muy altos y permiten potenciar la inversión privada en la economía. Sin
embargo, hoy resulta muy difícil canalizar ahorro nacional hacia la
infraestructura porque no existen los instrumentos para hacerlo. Para fomentar
su desarrollo, es necesario adecuar el marco regulatorio de la inversión en
infraestructura, generando los mecanismos y los vehículos que permitan eliminar
los cuellos de botella que hoy existen en la región. A pesar de los avances de
las últimas décadas, los sistemas financieros de América Latina y el Caribe son
todavía pequeños, caros e ineficientes. No
sorprende por ende que muchas familias no los utilicen como el vehí- culo
predilecto para ahorrar, ni tampoco que las empresas de la región enfrenten
grandes dificultades a la hora de conseguir financiamiento a precios y plazos
razonables. El bajo ahorro es la contracara del crédito escaso, y la mala
asignación de ese crédito es, a su vez, producto de las ineficiencias con las
que operan los sistemas financieros. Para expandir la base de usuarios de dichos
sistemas, y sobre todo para fomentar el ahorro a través de los sistemas
financieros formales, hace falta crear una cultura del ahorro financiero. Esta
debe apoyarse en intervenciones que, por un lado, ayuden a disminuir los costos
de operar con el sistema financiero, y a aumentar los retornos para los
ahorristas; y que, por otro, contribuyan a mitigar los problemas que alejan a
las familias y las empresas de los bancos. Uno de estos problemas es la falta
de confianza. Nadie puede culpar a quienes han sido perjudicados en el pasado
por recurrentes crisis financieras que han evaporado sus ahorros financieros.
Sin embargo, hoy en día los sistemas financieros son mucho más sólidos, en
parte porque se han aprendido las lecciones de antiguas crisis. Actualmente, la
desconfianza está más relacionada con la falta de conocimiento sobre cómo
operan los bancos, y cuáles son las ventajas y oportunidades de operar a través
del sistema financiero formal, además de los riesgos. Impartir educación
financiera, sobre todo a temprana a edad, cuando todavía se están desarrollando
las capacidades cognitivas, representa una buena oportunidad para impulsar una
cultura del ahorro financiero. En el frente fiscal, la buena noticia es que la
región tiene enormes oportunidades para mejorar la provisión de servicios
públicos con menos recursos. Se pueden generar importantes ahorros sin
necesidad de recurrir a las tradicionales recetas de ajuste fiscal que se
traducen en el aumento de los impuestos y la reducción de gastos. Lo que hace
falta ahora es re-direccionar el gasto público, imprimiendo más énfasis a la
inversión, que en el pasado ha sido relegada. A su vez, existe margen para
incrementar el ahorro público eliminando filtraciones en el gasto relacionado
con subsidios, gastos tributarios y programas de asistencia social. Estas
iniciativas pueden complementarse mejorando la eficiencia del gasto en sectores
como salud y educación. Este libro presenta nuevos datos que permitirán que los
responsables de las políticas puedan identificar las fuentes de filtraciones
así como también las oportunidades para aumentar la eficiencia del gasto. Esta
publicación no pretende ser un recetario de buenas prácticas o marcar un camino
único sobre el que todos los países deben transitar. Cada país es
diferente, y en cada caso el énfasis debe estar puesto en aquellos aspectos que
son más relevantes. El objetivo de estas páginas es crear conciencia entre los
funcionarios públicos, los empresarios y los trabajadores de que promover el
ahorro, y en particular, el uso eficiente de los recursos que se generan a
través del ahorro, es parte esencial de la solución a los problemas del bajo
crecimiento, la escasa inversión y las crecientes necesidades de una población
que envejece con rapidez. Más y mejor ahorro es el camino hacia una región con
mayor estabilidad y confianza, en la que la falta de capital ya no sea más una
limitante del desarrollo económico y social.
Documento completo en: http://goo.gl/x98OxI Fuente: BID
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Ahorrar para desarrollarse : cómo América Latina y el Caribe puede ahorrar más y mejor |
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En las
discusiones sobre desarrollo se suele escuchar que América Latina y el Caribe
ahorra poco. Y los datos están ahí para demostrarlo: la región ahorra entre 10
y 15 puntos porcentuales del producto interno bruto (PIB) menos que los países
más dinámicos de Asia emergente. En el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
sabemos que entender por qué ocurre esto, y —sobre todo— cómo y en qué ahorra
América Latina es crucial para su crecimiento económico y el bienestar de su
población. Por eso hemos decidido dedicar la edición 2016 de nuestra
publicación institucional Desarrollo en las Américas (DIA) a estudiar el tema y
a proponer soluciones para este problema crucial. Creemos que el libro llega en
un momento muy adecuado. Los motores que han venido empujando el crecimiento
económico de América Latina y el Caribe en el período posterior a la crisis
financiera internacional se han ido debilitando gradualmente. La región ya no
cuenta con la ayuda de una coyuntura externa favorable, y por ende es tiempo de
buscar nuevas fuentes domésticas que den impuso a nuestras economías. La
respuesta habitual a la insuficiencia relativa de ahorro en la región es que su
impacto sobre el crecimiento también es bajo, ya que, a la postre, los países
siempre pueden recurrir al ahorro externo como fuente de financiamiento de sus
necesidades de inversión. Creemos que esta visión ignora algo fundamental: que
es muy difícil atraer capitales en condiciones favorables del exterior si los
propios latinoamericanos no ahorramos e invertimos en nuestros países. Y, en la
actual coyuntura, cuando los tipos de interés en el mundo avanzado están al
alza y los capitales ya no abundan, la prescripción de recurrir al ahorro
externo como paliativo de nuestro bajo ahorro probablemente sea más incierta y
arriesgada que en el pasado inmediato. El ahorro en América Latina y el Caribe
es bajo no solamente en comparación con otras regiones, sino sobre todo en
relación con sus propias necesidades de desarrollo y mejora de la equidad. El
bajo nivel xviii AHORRAR PARA DESARROLLARSE de ahorro además refuerza el muy
bajo nivel de crecimiento de su productividad, ya que los escasos recursos que
se generan a través del ahorro en su mayoría no se invierten en los proyectos
que permitirían elevar las tasas de crecimiento de largo plazo. La consecuencia
es que esta asignación improductiva del ahorro dificulta la convergencia de la
región a los niveles de renta y bienestar de los países más prósperos. Por
todo ello, en el BID tenemos muy presente que uno de los grandes desafíos de
América Latina y el Caribe es aumentar las tasas de ahorro de manera sostenible
y mejorar la forma en que ese ahorro se asigna a las actividades más
productivas, contribuyendo así a elevar nuestro nivel agregado de
productividad. Todos estos desafíos están íntimamente ligados. No será posible
invertir más si no generamos los recursos para financiar dicha inversión, pero
tampoco se podrán sostener tasas de ahorro más elevadas si no generamos las
oportunidades productivas para invertir. Uno de los principales aportes de este
libro es el de enfocar la discusión en un marco que permite identificar la
fuente de los problemas en distintos sectores: hogares, firmas y gobiernos, y
proponer soluciones concretas para cada uno de ellos. Ahorrar más y mejor no
debe estar necesariamente asociado a la recomendación tradicional de realizar
un ajuste fiscal, o al también tradicional recurso de conceder incentivos
tributarios para el fomento de cierto tipo de ahorros. Tampoco a políticas
públicas paternalistas. Lo que realmente significa ahorrar más y mejor es
repensar algunas políticas públicas, para mejorar la sostenibilidad y equidad
en el área de la seguridad social, aumentar la eficiencia del gasto público, y
darle más protagonismo relativo a la inversión que al gasto corriente en la
estructura del gasto público. También significa eliminar distorsiones que
afectan el buen funcionamiento del sistema financiero, del mercado laboral,
fiscal o regulatorio. No se puede hablar de ahorro en América Latina y el
Caribe sin referirse a las jubilaciones. Las contribuciones previsionales
constituyen el principal mecanismo de ahorro de las personas para su retiro.
Mucho ha debatido la región sobre si los sistemas jubilatorios deben ser de
capitalización o de reparto. Sin embargo, ese no es necesariamente el debate
más relevante. Numerosos sistemas previsionales de la región, basados tanto en
la capitalización como en el reparto, se enfrentan a desafíos estructurales que
requieren corrección inmediata. Es un espejismo confiar en que el ahorro se
puede generar solamente a través de los sistemas de
capitalización. Por otro lado, las transiciones hacia los sistemas de capitalización
pueden acarrear grandes costos fiscales que reducen el ahorro nacional, por lo
que deben ser diseñadas con sumo cuidado. En el otro extremo, los sistemas de
reparto pueden y deben aumentar su ahorro mientras son superavitarios, para
asegurar su sostenibilidad de largo plazo y garantizar que esos ahorros
obtengan rentabilidades adecuadas, lo que a su vez exige que su gestión sea
estrictamente profesional y sin interferencias políticas. El debate que
necesitamos enfrentar no es sobre si los sistemas de pensiones deben ser de
capitalización o de reparto, sino sobre el hecho de que en la actualidad menos
de la mitad de la población de América Latina aporta a algún sistema
previsional. Esto revela los serios problemas que aquejan al funcionamiento de
los mercados laborales de la región, como la muy elevada informalidad. Resulta
urgente re-enfocar el debate hacia las reformas que pueden ayudar a todos los
sistemas previsionales a mejorar la cobertura, y a aumentar el ahorro, porque
la población está envejeciendo rápidamente, y si no se actúa ahora, no se
dispondrá de los recursos para atender las necesidades crecientes. Otro gran
tema que tratamos en el libro es que en América Latina y el Caribe no solo se
ahorra poco, sino que además ese bajo ahorro no se canaliza eficazmente hacia
la economía. En parte, porque no existen instrumentos adecuados para el ahorro
a largo plazo, dada la falta de desarrollo de nuestros mercados financieros. Un
ejemplo que ilustra este problema es la carencia de instrumentos de inversión
que permitan canalizar el ahorro público y privado hacia la infraestructura. En
América Latina y el Caribe hay una brecha significativa de inversión en
infraestructura: transporte, redes de telecomunicaciones, generación y
distribución de energía, agua potable, etc. Esta brecha resulta un impedimento
significativo para el crecimiento de largo plazo, porque si la inversión está
bien planificada y ejecutada, los retornos a la inversión en infraestructura
son muy altos y permiten potenciar la inversión privada en la economía. Sin
embargo, hoy resulta muy difícil canalizar ahorro nacional hacia la
infraestructura porque no existen los instrumentos para hacerlo. Para fomentar
su desarrollo, es necesario adecuar el marco regulatorio de la inversión en
infraestructura, generando los mecanismos y los vehículos que permitan eliminar
los cuellos de botella que hoy existen en la región. A pesar de los avances de
las últimas décadas, los sistemas financieros de América Latina y el Caribe son
todavía pequeños, caros e ineficientes. No
sorprende por ende que muchas familias no los utilicen como el vehí- culo
predilecto para ahorrar, ni tampoco que las empresas de la región enfrenten
grandes dificultades a la hora de conseguir financiamiento a precios y plazos
razonables. El bajo ahorro es la contracara del crédito escaso, y la mala
asignación de ese crédito es, a su vez, producto de las ineficiencias con las
que operan los sistemas financieros. Para expandir la base de usuarios de dichos
sistemas, y sobre todo para fomentar el ahorro a través de los sistemas
financieros formales, hace falta crear una cultura del ahorro financiero. Esta
debe apoyarse en intervenciones que, por un lado, ayuden a disminuir los costos
de operar con el sistema financiero, y a aumentar los retornos para los
ahorristas; y que, por otro, contribuyan a mitigar los problemas que alejan a
las familias y las empresas de los bancos. Uno de estos problemas es la falta
de confianza. Nadie puede culpar a quienes han sido perjudicados en el pasado
por recurrentes crisis financieras que han evaporado sus ahorros financieros.
Sin embargo, hoy en día los sistemas financieros son mucho más sólidos, en
parte porque se han aprendido las lecciones de antiguas crisis. Actualmente, la
desconfianza está más relacionada con la falta de conocimiento sobre cómo
operan los bancos, y cuáles son las ventajas y oportunidades de operar a través
del sistema financiero formal, además de los riesgos. Impartir educación
financiera, sobre todo a temprana a edad, cuando todavía se están desarrollando
las capacidades cognitivas, representa una buena oportunidad para impulsar una
cultura del ahorro financiero. En el frente fiscal, la buena noticia es que la
región tiene enormes oportunidades para mejorar la provisión de servicios
públicos con menos recursos. Se pueden generar importantes ahorros sin
necesidad de recurrir a las tradicionales recetas de ajuste fiscal que se
traducen en el aumento de los impuestos y la reducción de gastos. Lo que hace
falta ahora es re-direccionar el gasto público, imprimiendo más énfasis a la
inversión, que en el pasado ha sido relegada. A su vez, existe margen para
incrementar el ahorro público eliminando filtraciones en el gasto relacionado
con subsidios, gastos tributarios y programas de asistencia social. Estas
iniciativas pueden complementarse mejorando la eficiencia del gasto en sectores
como salud y educación. Este libro presenta nuevos datos que permitirán que los
responsables de las políticas puedan identificar las fuentes de filtraciones
así como también las oportunidades para aumentar la eficiencia del gasto. Esta
publicación no pretende ser un recetario de buenas prácticas o marcar un camino
único sobre el que todos los países deben transitar. Cada país es
diferente, y en cada caso el énfasis debe estar puesto en aquellos aspectos que
son más relevantes. El objetivo de estas páginas es crear conciencia entre los
funcionarios públicos, los empresarios y los trabajadores de que promover el
ahorro, y en particular, el uso eficiente de los recursos que se generan a
través del ahorro, es parte esencial de la solución a los problemas del bajo
crecimiento, la escasa inversión y las crecientes necesidades de una población
que envejece con rapidez. Más y mejor ahorro es el camino hacia una región con
mayor estabilidad y confianza, en la que la falta de capital ya no sea más una
limitante del desarrollo económico y social.
Documento completo en: http://goo.gl/x98OxI Fuente: BID
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Ahorrar para desarrollarse : cómo América Latina y el Caribe puede ahorrar más y mejor |
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Saturday, 10 September 2016 14:48 |
En las
discusiones sobre desarrollo se suele escuchar que América Latina y el Caribe
ahorra poco. Y los datos están ahí para demostrarlo: la región ahorra entre 10
y 15 puntos porcentuales del producto interno bruto (PIB) menos que los países
más dinámicos de Asia emergente. En el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
sabemos que entender por qué ocurre esto, y —sobre todo— cómo y en qué ahorra
América Latina es crucial para su crecimiento económico y el bienestar de su
población. Por eso hemos decidido dedicar la edición 2016 de nuestra
publicación institucional Desarrollo en las Américas (DIA) a estudiar el tema y
a proponer soluciones para este problema crucial. Creemos que el libro llega en
un momento muy adecuado. Los motores que han venido empujando el crecimiento
económico de América Latina y el Caribe en el período posterior a la crisis
financiera internacional se han ido debilitando gradualmente. La región ya no
cuenta con la ayuda de una coyuntura externa favorable, y por ende es tiempo de
buscar nuevas fuentes domésticas que den impuso a nuestras economías. La
respuesta habitual a la insuficiencia relativa de ahorro en la región es que su
impacto sobre el crecimiento también es bajo, ya que, a la postre, los países
siempre pueden recurrir al ahorro externo como fuente de financiamiento de sus
necesidades de inversión. Creemos que esta visión ignora algo fundamental: que
es muy difícil atraer capitales en condiciones favorables del exterior si los
propios latinoamericanos no ahorramos e invertimos en nuestros países. Y, en la
actual coyuntura, cuando los tipos de interés en el mundo avanzado están al
alza y los capitales ya no abundan, la prescripción de recurrir al ahorro
externo como paliativo de nuestro bajo ahorro probablemente sea más incierta y
arriesgada que en el pasado inmediato. El ahorro en América Latina y el Caribe
es bajo no solamente en comparación con otras regiones, sino sobre todo en
relación con sus propias necesidades de desarrollo y mejora de la equidad. El
bajo nivel xviii AHORRAR PARA DESARROLLARSE de ahorro además refuerza el muy
bajo nivel de crecimiento de su productividad, ya que los escasos recursos que
se generan a través del ahorro en su mayoría no se invierten en los proyectos
que permitirían elevar las tasas de crecimiento de largo plazo. La consecuencia
es que esta asignación improductiva del ahorro dificulta la convergencia de la
región a los niveles de renta y bienestar de los países más prósperos. Por
todo ello, en el BID tenemos muy presente que uno de los grandes desafíos de
América Latina y el Caribe es aumentar las tasas de ahorro de manera sostenible
y mejorar la forma en que ese ahorro se asigna a las actividades más
productivas, contribuyendo así a elevar nuestro nivel agregado de
productividad. Todos estos desafíos están íntimamente ligados. No será posible
invertir más si no generamos los recursos para financiar dicha inversión, pero
tampoco se podrán sostener tasas de ahorro más elevadas si no generamos las
oportunidades productivas para invertir. Uno de los principales aportes de este
libro es el de enfocar la discusión en un marco que permite identificar la
fuente de los problemas en distintos sectores: hogares, firmas y gobiernos, y
proponer soluciones concretas para cada uno de ellos. Ahorrar más y mejor no
debe estar necesariamente asociado a la recomendación tradicional de realizar
un ajuste fiscal, o al también tradicional recurso de conceder incentivos
tributarios para el fomento de cierto tipo de ahorros. Tampoco a políticas
públicas paternalistas. Lo que realmente significa ahorrar más y mejor es
repensar algunas políticas públicas, para mejorar la sostenibilidad y equidad
en el área de la seguridad social, aumentar la eficiencia del gasto público, y
darle más protagonismo relativo a la inversión que al gasto corriente en la
estructura del gasto público. También significa eliminar distorsiones que
afectan el buen funcionamiento del sistema financiero, del mercado laboral,
fiscal o regulatorio. No se puede hablar de ahorro en América Latina y el
Caribe sin referirse a las jubilaciones. Las contribuciones previsionales
constituyen el principal mecanismo de ahorro de las personas para su retiro.
Mucho ha debatido la región sobre si los sistemas jubilatorios deben ser de
capitalización o de reparto. Sin embargo, ese no es necesariamente el debate
más relevante. Numerosos sistemas previsionales de la región, basados tanto en
la capitalización como en el reparto, se enfrentan a desafíos estructurales que
requieren corrección inmediata. Es un espejismo confiar en que el ahorro se
puede generar solamente a través de los sistemas de
capitalización. Por otro lado, las transiciones hacia los sistemas de capitalización
pueden acarrear grandes costos fiscales que reducen el ahorro nacional, por lo
que deben ser diseñadas con sumo cuidado. En el otro extremo, los sistemas de
reparto pueden y deben aumentar su ahorro mientras son superavitarios, para
asegurar su sostenibilidad de largo plazo y garantizar que esos ahorros
obtengan rentabilidades adecuadas, lo que a su vez exige que su gestión sea
estrictamente profesional y sin interferencias políticas. El debate que
necesitamos enfrentar no es sobre si los sistemas de pensiones deben ser de
capitalización o de reparto, sino sobre el hecho de que en la actualidad menos
de la mitad de la población de América Latina aporta a algún sistema
previsional. Esto revela los serios problemas que aquejan al funcionamiento de
los mercados laborales de la región, como la muy elevada informalidad. Resulta
urgente re-enfocar el debate hacia las reformas que pueden ayudar a todos los
sistemas previsionales a mejorar la cobertura, y a aumentar el ahorro, porque
la población está envejeciendo rápidamente, y si no se actúa ahora, no se
dispondrá de los recursos para atender las necesidades crecientes. Otro gran
tema que tratamos en el libro es que en América Latina y el Caribe no solo se
ahorra poco, sino que además ese bajo ahorro no se canaliza eficazmente hacia
la economía. En parte, porque no existen instrumentos adecuados para el ahorro
a largo plazo, dada la falta de desarrollo de nuestros mercados financieros. Un
ejemplo que ilustra este problema es la carencia de instrumentos de inversión
que permitan canalizar el ahorro público y privado hacia la infraestructura. En
América Latina y el Caribe hay una brecha significativa de inversión en
infraestructura: transporte, redes de telecomunicaciones, generación y
distribución de energía, agua potable, etc. Esta brecha resulta un impedimento
significativo para el crecimiento de largo plazo, porque si la inversión está
bien planificada y ejecutada, los retornos a la inversión en infraestructura
son muy altos y permiten potenciar la inversión privada en la economía. Sin
embargo, hoy resulta muy difícil canalizar ahorro nacional hacia la
infraestructura porque no existen los instrumentos para hacerlo. Para fomentar
su desarrollo, es necesario adecuar el marco regulatorio de la inversión en
infraestructura, generando los mecanismos y los vehículos que permitan eliminar
los cuellos de botella que hoy existen en la región. A pesar de los avances de
las últimas décadas, los sistemas financieros de América Latina y el Caribe son
todavía pequeños, caros e ineficientes. No
sorprende por ende que muchas familias no los utilicen como el vehí- culo
predilecto para ahorrar, ni tampoco que las empresas de la región enfrenten
grandes dificultades a la hora de conseguir financiamiento a precios y plazos
razonables. El bajo ahorro es la contracara del crédito escaso, y la mala
asignación de ese crédito es, a su vez, producto de las ineficiencias con las
que operan los sistemas financieros. Para expandir la base de usuarios de dichos
sistemas, y sobre todo para fomentar el ahorro a través de los sistemas
financieros formales, hace falta crear una cultura del ahorro financiero. Esta
debe apoyarse en intervenciones que, por un lado, ayuden a disminuir los costos
de operar con el sistema financiero, y a aumentar los retornos para los
ahorristas; y que, por otro, contribuyan a mitigar los problemas que alejan a
las familias y las empresas de los bancos. Uno de estos problemas es la falta
de confianza. Nadie puede culpar a quienes han sido perjudicados en el pasado
por recurrentes crisis financieras que han evaporado sus ahorros financieros.
Sin embargo, hoy en día los sistemas financieros son mucho más sólidos, en
parte porque se han aprendido las lecciones de antiguas crisis. Actualmente, la
desconfianza está más relacionada con la falta de conocimiento sobre cómo
operan los bancos, y cuáles son las ventajas y oportunidades de operar a través
del sistema financiero formal, además de los riesgos. Impartir educación
financiera, sobre todo a temprana a edad, cuando todavía se están desarrollando
las capacidades cognitivas, representa una buena oportunidad para impulsar una
cultura del ahorro financiero. En el frente fiscal, la buena noticia es que la
región tiene enormes oportunidades para mejorar la provisión de servicios
públicos con menos recursos. Se pueden generar importantes ahorros sin
necesidad de recurrir a las tradicionales recetas de ajuste fiscal que se
traducen en el aumento de los impuestos y la reducción de gastos. Lo que hace
falta ahora es re-direccionar el gasto público, imprimiendo más énfasis a la
inversión, que en el pasado ha sido relegada. A su vez, existe margen para
incrementar el ahorro público eliminando filtraciones en el gasto relacionado
con subsidios, gastos tributarios y programas de asistencia social. Estas
iniciativas pueden complementarse mejorando la eficiencia del gasto en sectores
como salud y educación. Este libro presenta nuevos datos que permitirán que los
responsables de las políticas puedan identificar las fuentes de filtraciones
así como también las oportunidades para aumentar la eficiencia del gasto. Esta
publicación no pretende ser un recetario de buenas prácticas o marcar un camino
único sobre el que todos los países deben transitar. Cada país es
diferente, y en cada caso el énfasis debe estar puesto en aquellos aspectos que
son más relevantes. El objetivo de estas páginas es crear conciencia entre los
funcionarios públicos, los empresarios y los trabajadores de que promover el
ahorro, y en particular, el uso eficiente de los recursos que se generan a
través del ahorro, es parte esencial de la solución a los problemas del bajo
crecimiento, la escasa inversión y las crecientes necesidades de una población
que envejece con rapidez. Más y mejor ahorro es el camino hacia una región con
mayor estabilidad y confianza, en la que la falta de capital ya no sea más una
limitante del desarrollo económico y social.
Documento completo en: http://goo.gl/x98OxI Fuente: BID
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