A excepción de la “década dorada” de 2003–11, cuando el aumento de precios de las materias primas impulsó una fuerte expansión, ¿por qué la región no ha podido sostener tasas de crecimiento suficientemente altas como para achicar la brecha de ingresos con respecto a las economías más avanzadas? Esa pregunta se responde en parte con el modesto éxito que ha tenido América Latina en saltar a la producción de bienes más sofisticados, o complejos.
Un factor complejo
Un estudio realizado recientemente por Ricardo Hausmann y Cesar Hidalgo plantea el concepto de complejidad económica como determinante clave del crecimiento y el desarrollo a largo plazo. La idea es que la complejidad económica capta el conocimiento productivo de un país, el que se infiere a partir de la amplitud y sofisticación de los bienes que el país exporta. Las economías más complejas suelen exportar un rango más amplio de bienes, y esos bienes suelen ser más sofisticados. Dada la considerable dependencia de la exportación de materias primas en América Latina, resulta tentador pensar que la falta de diversificación y complejidad constituye un obstáculo importante para un crecimiento más fuerte.